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  ACARICIO PERROS /  CONSUELO ITURRASPE En Acaricio perros (Ediciones Liliputienses, 2021 - Colección Proscrita), las caricias son instantes mudos, cosas que no ocurren, pero que se perciben como el eco que una sombra deja antes de marcharse. Siempre hay algo que rasga la herida, pero es tan sutil que punza lo justo y después se disipa bajo la intrascendencia de lo cotidiano. Consuelo Iturraspe, dramaturga, directora y poeta (1987, Santa Fe, Argentina), es la autora de este poemario sereno de despedida, concebido tras la muerte de su padre. En él ha querido retratar el dolor para poder soltarlo, utilizando un lenguaje intuitivo, una mirada que sugiere mientras las palabras son solo desvíos y síntesis que atraviesan el verso libre de los treinta y nueve poemas. “Hospital ¿Cuánto tiempo hay que pisar un suelo / para que se convierta en un hogar?” En la primera parte del libro, Un cuerpo a veces en el aire, Iturraspe evoca imágenes dirigiéndose directamente al padre: “Me trepo a v
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  TABULA RASA De un tiempo a esta parte un otoño habita en mí y permite que algo parecido a la tristeza me persiga a todas partes.   Atravieso una calle sin lluvia y es dulce el sol y tu recuerdo, y mi cesta de naranjas verdes con sus trenzas de mimbre tiene la levedad de la luz, y quiero grabar la imagen para siempre en mi mente pero, al pisar una sombra, se desvanece la belleza            y tiemblo como una rosa en noviembre,            desubicada, con el destiempo a cuestas, con el destemple en los huesos, con el deseo latente, latiendo palabras con lengua, desnudo alabastro.   Llego al mar, pero él solo desea mi admiración y me usa, y soy de cartón cuando su aliento me salpica.   Y quisiera creer, ilusa, que existe algo puro, pero al anochecer volverán las dudas:   ¿Quemarán las sombras, los sentidos intermitentes?   ¿Las cornisas verterán un súbito olor a noche?   ¿Qué haré con el miedo cuando me aso
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        "Todo lo que encontrará el visitante  dentro del iglú                          es una naranja,  que podrá hacer rodar o no".                                                                              Años abisinios                                         seguido de canciones yemeníes                                          EVA CHINCHILLA                                                                            RIMBAUD LO SABE   Vuelo en un dulce viento –como la semilla que asciende por el aire para bailar con la montaña– y subo las escaleras. El timbre. La puerta. El mar.   Tu mirada tiene peces pequeños que me hacen cosquillas.       Rozo la espuma de esa belleza que tienes cuando eres brizna de tiempo,       instante o hebra que transita levemente la luz.   Ahí construiremos el espacio que nos toca; un cuerpo en otro cuerpo, eso que sentiste alguna vez y que ahora se manifiesta con forma, tacto y aroma.   Pero antes, extiende
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CORAZÓN ANFIBIO Un vestido con forma de alcarraza que lleve una muerte pequeña bordada de glóbulos rojos. Corazón anfibio, o tres mil camellos y Darío el Grande            por la ruta de la seda, colgado en el neón de una casa de citas. Anfibio, como un uno duplicado, como dos sexos para un labio, como un pezón dentro de una boca desdentada. Creemos un corazón anfibio,    bermellón cacahuete, sombrío umbral donde     tres pecas amorfas   liban la piel de Alejandro Magno. Un seno venoso latiendo en Samarcanda. Trenza, trueno, trama; atroz ventrículo en pleno renacimiento persa. Bulbo arterioso deseando lis. Ahora todos los lobos duermen.    Construyamos un corazón que alcance el vertiginoso silencio de los maniquíes de Teherán.                      Tan anfibio como una tarta de manzana  con los ojos de Zaratustra. Fotografía de Edward Weston, Cabbage Leaf, 1931.
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MUJER ÁNGULO Yo qué sé de oídos mudos,     si acaso el perfil de una boca contenida, el cabello recogido que desnuda el cuello,   la silueta perdida de un cuerpo isósceles.        Qué sé yo, si donde nacen las avispas hay un sonido de lluvia que por las noches aguijonea sombras lilas. Pero qué bien para la piel el baño de tus ojos derramando violines, el rubor de mis senos dentro de tus manos, esta luz resbalando como un llanto oblicuo. ¿Qué paredes rotas? No, solo cortinas blancas,     un tobogán, ardillas cerrando el postigo del viento. Yo qué sé de remolinos, si acaso auroras locas con sombreros amarillos,    el olor tocando veinticuatro lunares,        una palabra        en mi ombligo. Qué sé yo, si tu voz eriza el roce del vientre y se ha inclinado unos grados el mundo sobre mí… transversal respingo            convexo de clímax,     de éxtasis,              de vértice abierto y
Agua. Filamentos sin garganta, hilo denso de marionetas, variaciones, pasos perdidos. Yo no sabía que vendrías a vaciarme los ojos. Abren su voz las nubes y empiezo a escuchar inviernos, serpientes muertas, la muchedumbre de tu lluvia. Velo translúcido que cae como un líquido viscoso amontonando cartílagos en las barandas de los tranvías. Oh, si existiera el mundo largo y no hubiera que contar heridas y yo supiera exactamente qué hacer     con las gotas ovaladas     de tu perfume mojado. Pero, ven, empápame de cielo y sigamos rodando, giremos con el baile alborotado hasta arrancarnos el corazón;    solo sirve para doler y salpicar de blanco las lámparas. Muérdeme, beso, los labios, infinita forma de atravesar el poso de animal herido que albergas en la mirada. ¿Cómo explicar eso que somos cuando ya a nadie le importa? Quiero desbordarme, ser río que lama el sexo del agua, madeja de seda en la boca de un
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ABISMO (Pesadilla 1) Rojo cárdeno o violeta sangre… el color de la calle cambia con el ritmo de mis pasos. Una mujer holograma me entrega un bebé y sonríe antes de desaparecer. En mis brazos siento su palpitar como un vínculo.            Él y yo, volando en una luz de gasa.          Relieves de espuma acarician mi mejilla, su pequeña nariz crea filigranas de tinta dorada que casi dibujan el secreto del sol pero una fina escarcha se adhiere a los brillos y deja rubíes blancos que arañan. Entonces decido protegerle enloquecida de ternura, hasta chocar contra el viento. No son humanas las manos que me arrebatan su cuerpo redondo, solo advierto garras de muerte y la cordillera de una espalda que dice nieve y tiembla         en la boca de todos los seres vivos. Conozco la destreza que tienen los gusanos para modelar el espanto en los ojos de las calaveras. Vago con mi tristeza sobre un pavimento de huesos
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VERSA Por qué me nace este nombre tuyo en la garganta, Versa, cántame tus ojos nueve veces, dime qué forma tienes cuando duermo, si pliegas las líneas o bailas etérea, cómo lograré preguntar por tu cuerpo sin signos interrogantes,  cuándo me dirás si eres crujido… Qué preguntas son estas, tan tarde y yo tan cansada y tú filtrándote en mis venas, descifrándome la vida íntima de la ciudad anochecida. Ven, te confundo porque no tienes edad, anciana y niña, pregunto sin signos quién eres pero tú solo sabes responder símbolos y sentidos afilados que viven en el lado inverso de otro mundo. Cuándo dejarás de abrocharle los botones al viento, Versa, de vestir con traje de rayas las estrofas encorsetadas para desnudar luego su luz en una triste esquina deshabitada, bajo el vidrio sin lluvia de tu voz. Eres acaso la otra mujer que me completa, pregunto sin signos…         tal vez sí; se te ha caído un hombre de los labios
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SESIÓN DE CINE Nieva en la calle Hierro, a la altura de los Cines Montesquieu, donde un gato siamés sobrevive, tuerto, a las sesiones en versión original de la Sala Seis. Ronronean los semáforos sobre la nieve. En el parabrisas del coche se concentran todos mis errores como copos estampados, y el limpia los destruye con movimientos hipnóticos en la confluencia de las Avenidas Norte y Sur. Aparco y entro. Aún no estás. Llegarás tarde, empapado de nieve, y al sentarte a mi lado habrá un choque de trenes en Berlín, pero nosotros no nos enteraremos porque ya solo tendremos tacto y tal vez yo quiera rozarte el pelo despeinado con mis dedos, y quizá tú derritas la nieve con un aleteo de pez dulce que nadie sentirá en sus casas, mientras cenan o existen. Y llegas tarde, empapado de nieve. En la película hablan francés; hay una epidemia y mueren todos pero al gato siamés le han encantado mis botas de ante y tu hum

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